Hace casi dos mil cuatrocientos años, el célebre Aristóletes ya lo clavó: “Cuando la democracia se desgasta y se debilita, es suplantada por la oligarquía”.
Ni que decir tiene que hay que seguir confiando en que el Estado de Derecho se defiende a sí mismo y que el tío del fango y su banda, ya han encarado el inexorable camino hacia su final de ciclo…
Dice la Ley de la Selva que, cuando un animal está malherido, es cuando se vuelve más peligroso… Las prisas y la impaciencia son malas consejeras y, a veces, en lugar de acorralarlo y hostigarlo hasta acabar con él, es mejor que el animal huya y se refugie en una zona controlada, donde haga el menor daño posible.
Si lo cercamos y no se le deja escapatoria, es seguro que se revolverá y puede que cause muchas víctimas antes de que se consiga acabar con él… Pero si se le da una escapatoria hacia una zona en la que se puedan minimizar daños, es posible que tarde mucho en alcanzar su final e, incluso, pudiera ser que se recuperase.
¿Qué se puede hacer entonces? Lo mejor es siempre el término medio… Es decir, dejar que el animal malherido se repliegue hacia la zona bajo control, pero, al mismo tiempo, no dejar de acosarlo para que sienta el miedo y su cabeza no pueda funcionar con normalidad e inevitablemente, cometa errores que precipiten su final.
Además, este tipo de fieras, conforme se van desangrando y van perdiendo fuerza y poder, van atrayendo a otras alimañas y carroñeros, menos poderosos, pero con rivalidades y, posiblemente, cuentas pendientes por solucionar y que se intentarán ir zanjando de forma poco amistosa y, a veces, bastante desagradable…
En cualquier caso, nunca, bajo ningún concepto, hay que dejar que la bestia se escape o se recupere… Pase lo que pase y se utilice el método que sea, no hay que perder la cara a la fiera hasta que se acabe con ella…
Hay que tener muy claro que, como se escape y se recupere, todo empezará de nuevo… volverá para vengarse y no tendrá piedad…
Es la Ley de la Selva… Ángel Alonso
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