Usted que me escucha, esté tranquilo… No se preocupe… No le voy a hablar ni del sainete patrio, ni del esperpento internacional… porque, como estamos comprobando, el esperpento que, hasta hace poco, se circunscribía al ámbito nacional, ahora ha traspasado nuestras fronteras y ya, como pollo sin cabeza, circula por el mundo. Cada semana la cosa se supera y nadie sabe dónde estará el límite… suponiendo que lo hubiese…
Hace tan solo unos días, tres turistas españoles fueron asesinados en Afganistán. Pues bien, con todo el respeto que me sea posible, déjenme que hoy les hable sobre la peligrosidad de algunos destinos, en especial, a la hora de viajar a ellos como turistas.
Desde la mentalidad occidental, nuestro código de valores y la forma que tenemos de ver y entender las cosas, a menudo caemos en el error de creer que el que tenemos enfrente piensa como nosotros y tiene las mismas premisas éticas y morales. Desgraciadamente, como ha ocurrido en Afganistán, hay veces que, de forma muy cruel, descubrimos demasiado tarde que no es así.
Al igual que mucha gente, en alguna que otra ocasión, también he estado en lugares peligrosos. No voy a decir donde, pero las precauciones pasaban por no hacer fuego, ni encender la luz, para evitar atraer a los bandidos durante la noche…
En otras ocasiones, a pesar del calor insufrible, al pasar en vehículo por zonas habitadas había que subir todas las ventanillas del coche y bloquear las puertas, para evitar ser asaltados por ladrones en el interior del vehículo, o perder la mano, a la altura de la muñeca y de un machetazo, por lucir un reloj normal de pulsera, asomando levemente el brazo por la ventanilla, para disfrutar de la brisa…
Otra imprudencia muy común es la de internarnos en lugares, con una alta aglomeración de gente, pensando que todo el mundo es bueno… y no, no lo es… En un abrir y cerrar de ojos, pueden rodearnos, intimidarnos, robarnos, agredirnos e incluso hacernos desaparecer… y nadie nos va a ayudar.
Por cualquier nimiedad, de la que ni siquiera nos demos cuenta, puede que, de repente, a alguien le caigamos mal y su reacción sea la de destrozarnos la vida con alguna acusación falsa ante la autoridad competente de la zona, metiéndonos previamente alguna sustancia prohibida en el bolsillo, o alegando que hemos faltado el respeto a sus símbolos y costumbres.
En el mundo occidental solemos vivir en una confusión permanente que, a menudo, nos lleva a transitar por una realidad paralela en la que todo es maravilloso y la gente es encantadora por donde quiera que vayas. Lo triste es que hay veces en las que descubrimos demasiado tarde la fea, desconocida y real realidad, pagándolo demasiado caro.
En cualquier caso, antes de viajar por turismo a destinos, digamos, exóticos, nunca está de más echarle un vistazo y hacer caso a las recomendaciones de la diplomacia exterior. Parecerá una tontería, pero también es posible que en ello nos vaya la vida.
Ángel
Alonso
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