Existe un remoto lugar en el que, alrededor de las hogueras de San Juan, sus habitantes cuentan que hace ya muchos años, llegó a sus vidas un personaje, ambicioso, amoral y sin escrúpulos que, al abordaje, tomó su lejano país gracias a los pactos que hacía con lo mejor y más granado de Los Hermanos de la Costa.
Dicen que no hubo clemencia, ni se hicieron prisioneros y que, en muy poco tiempo, se hicieron con todo el botín… Entonces se fortificaron para que no se lo pudiesen arrebatar. Repartieron a los suyos por los puntos estratégicos y, después de pasar a cuchillo a los anteriores administradores y por la quilla a los que más se significaban, se hicieron con el control del poder y de los generadores de riqueza de aquel lejano, muy lejano lugar…
Pero sabido es que los piratas gestionan mal… Lo suyo es más bien atacar, saquear y gastar. No suelen estar demasiado tiempo en un mismo sitio y, por lo general, cuando se van, lo dejan todo arrasado. Además, no tienen por costumbre echar arraigo porque, como desconfían de ellos mismos y se traicionan continuamente, acaban peleándose y muchos son arrojados por la borda para terminar siendo comida para los peces.
El caso es que el personaje de esta historia le cogió el gusto a eso de mandar, disfrutar de los palacios con sus amigos y utilizar el carruaje oficial para trasladarse a cualquier sitio… Se pegaba la gran vida y se cuidaba muy mucho de que sus allegados se la pegasen también para evitar que le traicionasen.
Mentía más que hablaba, tomando por idiotas a los habitantes de aquel remoto lugar, friéndolos a impuestos y, a cada problema, engañaba a la gente prometiendo ayudas económicas y anunciando medidas que nunca llegaban. Pero, además de no importarle lo más mínimo, lo cierto es que aquel personaje fue incapaz de tomar una sola medida que solucionase algún problema. Más bien, haciendo gala de un grado de incompetencia fuera de lo común, la prioridad del personaje de la historia era la de seguir creando nuevos impuestos para continuar sacándole el dinero a los lugareños de aquellas tierras. Con todo, la economía iba cada día a peor y la sombra de la ruina comenzaba a visitar a los habitantes de ese remoto lugar.
A pesar de los anuncios, de las promesas y de agitar el miedo sobre la posible llegada de piratas extremistas y radicales, aquel infame personaje no pudo evitar que el creciente hartazgo de aquellas gentes llegase al punto de no soportar la simple visión de su cara…
Alrededor de las hogueras de San Juan, los que aún recuerdan aquella triste historia, cuentan que aquel personaje tuvo la oportunidad de subirse a su barco, izar velas y partir con viento a favor. Pero aferrándose a nadie sabe qué manual de resistencia, decidió agarrarse como una garrapata a eso de mandar, disfrutar de los palacios con los amigos, al uso injustificable del carruaje oficial, y a aguantar, a cada día, otro día más…
Cuentan que aquel individuo acabó juzgado por piratería y un montón de cargos más… y, a partir de ahí, nadie sabe con exactitud qué ocurrió después, porque nunca más se supo… Lo último de lo que quedó constancia en las crónicas de la época, es que aquel personaje recibió “la mancha negra”, sin duda, el “saludo agradecido” de sus antiguos compañeros de correrías: Los Hermanos de la Costa. Ángel Alonso
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