jueves, 7 de marzo de 2024

La miseria moral

No… No esperen que hoy les hable de golfos, traidores, delincuentes, corruptos y sinvergüenzas… No.

Aunque cueste creerlo, al menos para los que ya vamos teniendo una edad, hubo un tiempo en nuestras vidas en el que no existían los videojuegos, ni había internet y ni tan siquiera en las casas se disponía de ordenadores domésticos. Por aquellos tiempos, con un poco de suerte, tan sólo se podían ver dos canales de televisión a determinadas horas del día… y, en determinadas épocas del año, se esperaba con ilusión la llegada del circo a la ciudad.

Eran tiempos en los que los niños soñábamos con ser bomberos, policías, toreros o valientes soldados… En esa época jugábamos al fútbol en las calles y, de vez en cuando, nos embarcábamos en alguna excitante expedición hacia algún lugar remoto que, generalmente, no pasaba del barrio de al lado.

Puede que, sin esperarlo, más de una tarde la pasábamos inmersos en alguna guerra india, bien como valientes soldados de caballería, expertos rastreadores o aguerridos apaches… Incluso construíamos fantásticos castillos, que defendíamos hasta el último hombre y, entre combate y combate, buscábamos bellas princesas que hicieran de nosotros sus caballeros andantes.

Resultan inolvidables las invasiones de marcianos que había que combatir con un variado arsenal de rayos láser y que, casi siempre, se resolvían con el cuerpo a cuerpo. Y también recuerdo las batallas de comandos en las que se producían tantas bajas que había que movilizar a todas las niñas del barrio para que se alistasen en el cuerpo de enfermeras.

A veces me pregunto, ¿qué será de aquellos camaradas con los que formábamos la mejor de las tripulaciones para navegar por los mares más embravecidos o viajar hacia las estrellas?… ¿Dónde estarán aquellos valientes exploradores con los que nunca hubiese dudado en internarme en la selva más profunda, alcanzar el Polo Sur o viajar a los lugares más remotos en busca de fantásticos tesoros?

Posiblemente nunca volveré a ver a la mayoría de mis amigos de la infancia, ni tampoco sabré si alguno consiguió cumplir alguno de nuestros sueños de grupo. Solo sé que recuerdo con especial cariño aquella infancia en la que, sin tener apenas nada, nos sentíamos inmensamente ricos…

…Y de pronto regresamos al deprimente momento actual… y sí, estoy muy triste… Estoy empezando a aceptar que la educación que recibí y los principios y valores que me inculcaron, de poco o nada me sirven en los tiempos actuales… Sinceramente, cada vez entiendo menos lo que está pasando y eso me hace sentirme vulnerable…

…Me prepararon para enfrentarme a los retos, a superar las adversidades, a sobreponerme a las desgracias… A luchar y ser competitivo, a esforzarme y superarme día a día, a pensar siempre en los demás y a ser solidario, a amar la vida… Pero, acabo de darme cuenta, que para lo que no me prepararon es a tener que desenvolverme en tiempos de tanta miseria moral… y, además de no acabar de entenderlo, me cabrea y me hace sentirme muy mal. 

Ángel Alonso

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