jueves, 13 de abril de 2023

Prensa y libertad

A lo largo de la historia de la Humanidad, la lucha por la libertad ha sido algo intrínseco a la condición de seres humanos. Por la libertad se ha entregado la vida y se han protagonizado las mayores heroicidades y actos de máxima generosidad hacia los demás. Generaciones y generaciones de todos los tiempos se han sacrificado para que sus descendientes pudiesen vivir en libertad y los avances sociales han ido encaminados a asegurar este derecho fundamental de las personas.

Sin embargo, la libertad no es algo que se deba descuidar. Hay que amarla, cultivarla y protegerla, como el tesoro valiosísimo que es y porque, desgraciadamente y en pleno siglo XXI, siempre hay quien cae en la tentación de querer mejorar su vida y consolidar sus intereses personales, a costa de limitar los derechos y libertades del resto de los ciudadanos que, por ignorancia o por un exceso de ingenuidad, acaban cayendo en las trampas de personajes disfrazados de demócratas y aficionados al totalitarismo.

Junto con la Justicia y el Estado de Derecho, los Medios de Comunicación establecen los frenos y contrapesos al poder, y, lamentablemente, resulta sorprendente que, a estas alturas, todavía haya que recordar a algunos gobiernos la necesidad y obligación, de respetar la labor periodística y que ésta se desarrolle en completa libertad, y con la máxima transparencia.

Por eso resulta inexplicable y no es admisible que haya quien intente retrotraer la sociedad a tiempos remotos discriminando, vetando a los medios críticos, señalando a periodistas y coartando la libertad de prensa. Está todo tan revuelto y manoseado, que alguno pudiera llegar a olvidar que la labor independiente y honesta de los profesionales de la información, constituye la mejor garantía para el mantenimiento de la buena salud de la sociedad y de la Democracia.

Una democracia es mas fuerte cuantas menos dificultades se ponga a la libertad de prensa, y a la ética y objetiva labor de los periodistas. Siempre, pero especialmente en épocas de dificultad, se necesita la visión profesional de los informadores para distinguir la verdad, de la mentira.

Cuando faltan los argumentos y la capacidad de gestión, los radicalismos siempre acaban atajando por el camino de la imposición y les resulta de gran ayuda potenciar aquellos medios afines, al servicio de la causa, y, al mismo tiempo, tratar de dificultar al máximo la labor de quienes que, en medio de la adversidad, mantienen la ética profesional y, responsablemente, continúan informando con objetividad.

El señalar a medios críticos y a periodistas díscolos, y el poner trabas al derecho a la información, es un claro síntoma de totalitarismo y de ausencia de transparencia… Y plantea un oscuro y bochornoso horizonte para cualquier Estado de Derecho que, además, se considere democrático y garante de los derechos elementales de sus ciudadanos…

Ángel Alonso

 

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