sábado, 17 de abril de 2021

Ricardo el Tramposo

El 17 de junio de 1972, poco después de la una de la madrugada, un vigilante nocturno y tres policías sorprendieron a cinco hombres provistos de gran cantidad de minicámaras, transmisores-receptores y aparatos de escucha. Los presuntos delincuentes se habían introducido en el cuartel general de la campaña electoral del Partido Demócrata, instalado en la sexta planta del complejo de oficinas Watergate en Washington DC.

Lo que en principio se investigó como una intrusión ilegal, acabó destapando el mayor escándalo con trasfondo político de la historia de Estados Unidos en el que, además del FBI, la CIA y numerosos altos cargos del Gobierno, acabó demostrándose la implicación directa del propio presidente Richard Nixon a quien, el 30 de octubre de 1973, se le abriría un proceso para su destitución conocido como impeachment.

Con la aparición de las grabaciones que, desde 1971, se realizaban al Partido Demócrata y que se guardaban en la Casa Blanca, el 10 de julio de 1973 el comité del proceso por el caso Watergate determinó que el presidente Nixon estaba al corriente de todo, al menos, desde principios de marzo de 1972.

El 8 de agosto de 1974, el que fuera el trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos acabó dimitiendo de forma bochornosa, anticipándose a la resolución del proceso de destitución que se le venía aplicando... Así se cerraba un vergonzante episodio que dejaba al descubierto las carencias éticas y morales de un personaje que llegó a la Presidencia de la primera potencia del mundo en una época de grandes crisis sociales y económicas, con el telón de fondo de la Guerra de Vietnam y la rivalidad con la Unión Soviética.

En lugar de poner todo el esfuerzo y dedicación para solucionar los problemas de su país y de sus ciudadanos, Nixon prefirió emplear gran parte de sus energías y los recursos del Estado para, “jugando sucio”, desgastar al Partido Demócrata y obtener así una mayor cuota de poder para él y los suyos… Un ejemplo paradigmático de intento de deteriorar las instituciones y de menoscabar el Estado de Derecho de una democracia consolidada.

Por sus tejemanejes Nixon pasaría a la historia como Dirty tricks, lo que viene a ser algo así como El Tramposo, y durante su mandato fue perdiendo credibilidad hasta su hundimiento total, debido al uso excesivo de la propaganda y al descaro con el que mentía, continua y contumazmente, a la ciudadanía norteamericana.

El caso Watergate puso de manifiesto que, en Democracia, en un Estado de Derecho y a pesar de lo que algunos dirigentes puedan llegar a creerse, la impunidad no existe y, tarde o temprano, acaba pasando factura a aquellos que “no le dicen la verdad ni al médico” y que, en lugar de gestionar y gobernar, se dedican a enredar con el único propósito de mantenerse en el poder.

Hubo una vez un hombre sabio que dijo: “Puedes engañar a todo el mundo alguna vez, pero no puedes engañar siempre a todo el mundo”.

                                                                                                  Ángel Alonso

No hay comentarios:

Publicar un comentario