Dicen los que saben de esto que, en una democracia occidental desarrollada, las ideologías ya no existen y que todo acabó con el fracaso del comunismo y la caída del Muro de Berlín…
Continúan diciendo los que saben, que lo que en realidad diferencia a unas opciones políticas en una democracia consolidada es la manera de gestionar… Así las cosas, unas formaciones proponen una gestión más socialdemócrata, mientras que otras se inclinan por gestionar con un estilo marcadamente conservador, y hay quien se decanta por hacer las cosas de una manera claramente liberal…
En las democracias occidentales afianzadas, los candidatos se esfuerzan por transmitir a los ciudadanos sus propuestas y líneas generales de gobierno, sabiendo que la mentira está penalizada, y tratando de presentar en cada campaña electoral a un equipo preparado, competente, experto y con capacidad para solucionar los problemas del país y de los ciudadanos.
Para ganar en credibilidad, las formaciones políticas buscan entre sus filas a los mejor formados, a los que tengan más experiencia de gestión, a aquellos con mayor capacidad de liderazgo y, sobre todo, a quienes hacen gala de valores morales y principios éticos, como condición indispensable y excluyente si no se alcanzan los niveles que exige el cargo al que se presentan.
En una democracia occidental consolidada, los votantes suelen decantarse por aquellos candidatos en los que perciben un mayor sentido de la responsabilidad, aquellos a los que consideran con mejor capacidad de anticipación a los problemas, a los que planifican con antelación y a los que demuestran sus dotes de liderazgo dando la cara en las situaciones difíciles, tomando decisiones claras y transparentes en beneficio del conjunto de la población, y no en el propio o en el de sus adeptos y allegados.
En un país serio y con un sistema democrático aceptado con firmeza y sin complejos por toda su ciudadanía, la mayoría de los votantes saben que aquellas formaciones políticas que hacen de la ideología y de la propaganda su bandera, lo hacen para ocultar su falta de formación y experiencia, su incapacidad para gestionar, su ausencia de previsión y de planificación, y su predisposición para ocultar lo que no les conviene, y adecuar aquello que les permita mantenerse y crecer, al tiempo que difumina su mediocridad y falta de méritos para ocupar cualquier cargo.
Por eso, en esos países, a los vividores de la política tan sólo les votan los incautos…
Ángel Alonso
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