Como cada año, después del 31 de
diciembre, en donde parece que todo termina, viene el 1 de enero del nuevo año,
fecha en la que parece que todo va a ser diferente, pero que, en realidad, todo
sigue igual.
Puede que tan sólo sea una anotación
cronológica en el calendario de nuestras vidas, pero lo cierto es que
anímicamente nos ayuda a volver a plantearnos muchas cosas y llenarnos de
buenos propósitos, para que, al cabo de unos días, renunciemos a todo ello y
continuemos con nuestro paso por la Tierra tal y como lo dejamos al inicio de
las navidades.
Y aunque casi siempre acabemos
fracasando en nuestra lista de intenciones, el tiempo que transcurre hasta el
predecible desenlace nos sirve de abono para rejuvenecer el espíritu y nos
llena de ilusión al imaginarnos en un futuro idealizado por nosotros mismos.
Si hemos sido demasiado ambiciosos, es
posible que la frustración de adueñe un año más de nuestros corazones, pero
también es posible que, de entre los pedazos, consigamos rescatar algún pequeño
brote que sea capaz de seguir creciendo en nuestro interior y nos haga
evolucionar y nos acerque fugazmente a la felicidad…
Porque al final de eso se trata, de la
búsqueda de la felicidad… Primero por nosotros mismos y luego por todos los que
nos acompañan en este viaje sin retorno que es la vida misma… Por eso es
importante que aprovechemos al máximo la oportunidad, aunque sea imaginaria,
que nos da la llegada de un nuevo año y cojamos impulso espiritual, celebrando
lo bueno y dándonos una pausa para seguir sobrellevando lo malo.
No dudemos a la hora de intentar vivir
intensamente el momento, porque queramos o no cada instante es irrepetible, y
dispongámonos a continuar con la máxima ilusión el resto de nuestro viaje,
siempre incierto, lo que lo convierte en una apasionante
aventura.
Feliz Año Nuevo,
Ángel
Alonso
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