Como cada año, desde hace ya mucho
tiempo y antes de que alguien por fin consiga imponernos las fiestas del solsticio de invierno, llega la Navidad…
Puede que sea un antiguo para las nuevas
tendencias que, traídas de la mano de la política y si nadie lo remedia,
acabarán por instalarse en esta sociedad tan progresista que absorbe cualquier cosa y, al mismo tiempo, rechaza
y cuestiona lo que hasta el día de hoy parecía a salvo de modas y ocurrencias,
pero reconozco que me gusta la Navidad.
Tampoco me siento raro porque de momento
creo que aún quedamos muchos que todavía somos capaces de distinguir un tiempo
entrañable, cuya celebración se realiza desde hace dos mil años y que recoge la
esencia misma de lo que ha contribuido al nacimiento y consolidación de la
civilización occidental, con un tiempo de frivolidad y sin contenido, que
parece buscar su similitud a los carnavales y trata de alejarse de cualquier
referencia religiosa y cristiana.
Me siento orgulloso de ser español y
estoy convencido del potencial y grandeza de España, pero reconozco que hay
veces que dan ganas de salir corriendo y exiliarse en cualquier recóndito lugar
del mundo, cuanto más lejos mejor, donde no tenga que padecer las sandeces y ocurrencias de nuestros maravillosos políticos, en especial de los progresistas de nuevo cuño… Mi esperanza es que esta situación sea
como un sarampión que no tenemos más remedio que padecer, para luego recuperar
la salud y quedar inmunizados para no tener que pasar por esto nunca más. Ojalá
así fuese.
Pero volvamos a la Navidad, una
celebración entrañable en donde todos, puede que incluso los políticos de la
ocurrencia de la Reinas Magas de las
cabalgatas de Madrid, intentamos sacar lo mejor de nosotros mismos para
compartirlo con los demás. Tiempo de paz y alegría en donde, todavía,
rememoramos el nacimiento del Hijo de Dios y, en familia o con amigos,
festejamos el reunirnos disfrutando los unos de los otros, sin olvidarnos de
los que ya no caminan junto a nosotros por la senda de la vida.
Nos vaya bien o nos vaya mal y por poco
que tengamos, la Navidad nos da la oportunidad de ser felices, al menos por
unas horas y, en medio de esa alegría, tampoco está de más que también nos
acordemos de aquellos que sufren por alguna enfermedad, porque apenas tienen
qué comer, o porque, incluso por estas fechas, son perseguidos y muchos asesinados,
por las razones más diversas, víctimas del desvarío de otros hombres…
Como de
bien nacidos es ser agradecidos, demos al menos un sorbito a la salud de aquellos que, en una noche de paz y
alegría, trabajan y vigilan para que todo esté en orden, aportándonos la
seguridad y los servicios necesarios para que todo transcurra con normalidad.
Os deseo que disfrutéis de una noche muy
especial en compañía de vuestros seres queridos… Feliz Navidad…
Ángel Alonso
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