En días tan
hermosos como estos debemos hacer todo lo posible para disfrutarlos como se
merecen.
Son días de
celebración con la familia o con los amigos y, aunque sea por unas horas, es
bueno que dejemos nuestras muchísimas preocupaciones a un lado y nos
abandonemos a la fiesta, con devota y sana ingenuidad, celebrando con alegría
el simple y complicado hecho de continuar en esta aventura que es la vida,
dándonos un alto en el camino.
En días como estos resulta obligado acordarse de todos los
que en estos momentos están pasando por una mala situación personal o familiar,
o están padeciendo alguna enfermedad desde su domicilio o en algún centro
clínico, o, simplemente, sufren de soledad. Y también debemos de dar las
gracias a los que cumplen con su deber, trabajando para que los demás
descansemos y también veamos atendidas nuestras urgencias y necesidades en todo
momento.
Y entre tanto
exceso y tanta fiesta que tenemos por delante, procuremos no dejar a un lado el
verdadero espíritu de la Navidad, ese que nos hace tomar conciencia de que,
incluso por estos días, millares de personas morirán por no tener nada que
llevarse a la boca o por no tener acceso a medicinas y atención
médico-sanitaria. Y también, en estos días navideños, tampoco está de más el
acordarnos de los muchos que continuarán malviviendo en situación de guerra o
que seguirán siendo perseguidos por razones de religión, raza o ideología.
Es tiempo de
felicidad y, al menos por estas fechas, está prohibida la tristeza, la
violencia o morirse… Y es obligatorio disfrutar al máximo cada minuto y vivir
intensamente una experiencia irrepetible que jamás volverá. Es tiempo de paz y
de alegría, son días de ilusión y de esperanza...
Desde el
corazón… ¡Feliz Navidad!
Ángel Alonso
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