jueves, 26 de mayo de 2022

En los límites de la realidad

Hay una película, digamos experimental, de 1983, en la que se cuentan cuatro historias diferentes, dirigidas por cuatro directores distintos y cuyo género discurre por lo fantástico, la ciencia ficción, el terror y el thriller. Una obra irregular y sorprendente que, al poco, se convirtió en película de culto y que en España se conoce por el título de “En los límites de la realidad”.

El nombre me ha venido a la cabeza porque encaja como un guante para aplicárselo a la actual situación en España, en donde cada día vivimos distintos episodios, que también transitan por los géneros fantástico, ciencia ficción, terror y thriller, unas veces más o menos distinguibles y otras muchas, todos mezclados… Otro punto en común con la película es que los episodios de nuestro culebrón patrio, unas veces acaban mal, otras peor y muchas en desastre o tragedia. 

Nada está a salvo y los giros de guion, lamentablemente y por burdos, cada vez más previsibles, nos mantienen en el interior de una especie de transatlántico a la deriva y lastrado por innumerables vía de agua, en el que, en cada recodo, en cualquier pasillo, en la sala de máquinas, en la cafetería o en el puente de mando, van apareciendo todo tipo de obstáculos, monstruos, psicópatas, asesinos y tramposos que, en cada nuevo episodio, día a día, van aligerando el pasaje, llevándolo al “límite de la realidad”, mientras el barco se va llenando de agua, dando evidentes señales de hundimiento. 

Aunque algunos aún no se hayan enterado, descartando a los que no quieren enterarse, hace ya varios episodios que quedó a las claras que por irresponsabilidad, incompetencia o por retorcimientos del guion, la tripulación, con su capitán y el resto de sus oficiales a la cabeza, no solo no contribuye a la buena navegabilidad del transatlántico, sino que, aliada con los que quieren hundirlo, contribuye de forma entusiasta en su sabotaje como contraprestación a que le permitan seguir gobernando un barco que, sin rumbo y alejado de cualquier puerto, salvo un inimaginable giro de guion, está condenado a ser tragado por las aguas en el siguiente temporal.

Mientras nada funciona, todo va a peor y sin plan de evacuación, van desapareciendo los botes salvavidas y cada vez son más los que, atrapados en el buque y de no cambiar la tripulación, se van dando cuenta de que, episodio tras episodio, hasta el naufragio final, la inmensa mayoría acabará devorada por la fauna marina.

Por cierto, hablando de botes salvavidas… ¿Conocen o saben de alguien al que, durante la actual campaña, le hayan hecho ya la devolución de Hacienda?

Pues eso… En los límites de la realidad.                                                                                                                                                                                                Ángel Alonso

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