miércoles, 31 de marzo de 2021

A vueltas con los espantajos del pasado

Desde el 13 de agosto de 1961, fecha en la que comenzó a levantarse, hasta el 9 de noviembre de 1989, día de su caída, más de 200 personas murieron y alrededor de 3.000 fueron detenidas mientras trataban de pasar al lado occidental sorteando el símbolo más conocido de la Guerra Fría y de la división de Alemania.

El Muro de Berlín, denominado “Muro de Protección Antifascista” en la República Democrática Alemana (RDA), y también conocido como “Muro de la Vergüenza” en los países del mundo libre, fue construido para detener el trasiego de personas que huían de la Alemania Oriental, hacia la Alemania Occidental. Se estima que entre 1949 y 1961, unos tres millones de personas abandonaron la República Democrática Alemana, de los que casi 48.000 lo hicieron durante las dos primeras semanas de agosto de 1961, justo antes de que se levantase el Muro, según sus promotores, para la “protección del paraíso comunista…”

Si tan maravilloso es el comunismo, como aseguran muchos de nuestros políticos, incluso algunos de ellos en el Gobiern, ¿por qué durante los algo más de 28 años que estuvo en pie, no hubo absolutamente nadie que intentase saltar el Muro en sentido contrario, de oeste a este, para disfrutar del “edén socialista soviético” con el que regalaban las autoridades de Alemania Oriental a sus “afortunados” ciudadanos?

Trasladándonos a los tiempos actuales, si tan extraordinario es el comunismo bolivariano leninista, ¿por qué se estima que entre 6 y 7 millones de venezolanos, al ritmo de 5.000 al día, han abandonado su país para intentar sobrevivir repartidos por el resto del mundo? ¿Por qué no hay nadie que aguarde impaciente un permiso de trabajo para instalarse en el “shangri la” comunista de Corea del Norte?

Reconozco que soy un poco ingenuo, pero empiezo a sospechar que en esta historia hay quien no dice la verdad y me resisto a pensar que, tal vez, los que nos están vendiendo la “moto populista comunista leninista” y buscan con vehemencia que se la compremos en España, sí o sí, aún sabiendo que se trata de “una moto vieja que no funciona”, en realidad, lo único que quieren arreglar y mejorar es su patrimonio personal y sus prebendas, imponiendo su presencia en todas las cuotas de poder imaginables o no, y resolver para siempre su vida y la de sus adláteres…

No quiero ser malpensado, ni prejuzgar a nadie, pero no puedo evitar acordarme de una reflexión de Margaret Thatcher quien dijo en una ocasión: “El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás…” Y también me asaltan las dudas sobre la competencia y capacidad de gestión de los que basan su estrategia en el radicalismo y en la propaganda, cuando recuerdo lo que, sobre ello, pensaba Winston Churchill: “Si pones comunistas a cargo del desierto del Sáhara, en cinco años habrá escasez de arena…”

No se trata de llegar a las instituciones engañando a los posibles votantes aduciendo victimismo, amenazas inventadas o falsas acusaciones sobre el opositor o el que presenta una alternativa diferente… Se trata de trabajar y de hacer bien las cosas por y para todos los ciudadanos… No se trata de aferrarse al poder recortando libertades y derechos, y asfixiando a impuestos a la población… Se trata de ganarse la reelección por haber realizado una buena gestión y haber mejorado el nivel de vida de toda la ciudadanía… y no intentar ganársela metiendo miedo al personal con espantajos del pasado que, afortunadamente, al menos en España, si alguna vez existieron, hace ya muchos decenios que se extinguieron… y en el caso de que aún así quedase algo por ahí, no pasan de ser "cuatro frikis malcontados".

A todo esto, seguimos en pandemia y con muchas crisis por resolver que, quizás, merezcan un poco más de atención y, a ser posible, alguna solución.

                                                                                                          Ángel Alonso

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