jueves, 25 de febrero de 2021

Casa, coche y móvil

Durante la primera década del presente siglo, tuve la oportunidad de realizar varios viajes a África… Eran años en los que, curiosamente, allá donde no llegaban los alimentos o las medicinas, sí lo hacían la televisión por satélite, la publicidad y, en definitiva, el ansia de consumismo, quizás más propio, de países más desarrollados…

En cierta forma, resultaba paradójico que en lugares en donde a duras penas se comía, la gente suspiraba por un teléfono móvil o una camiseta de marca, y se destapaban como hinchas de éste o aquel equipo de la Premier League, cuyos partidos se las apañaban para seguirlos por la televisión por satélite… Eran años en los que era difícil encontrar un seguidor del Real Madrid, ya que los menos que seguían la Liga Española, se habían hecho aficionados del Fútbol Club Barcelona por contar en sus alineaciones con Samuel Etoo, el ídolo futbolero africano del momento…

Por aquel entonces eran muy evidentes las distintas velocidades a las que funcionaba el mundo… Mientras que para los países desarrollados los acontecimientos y las mejoras tecnológicas se podían suceder con pequeños saltos, más o menos asumibles por sus ciudadanos, hay que imaginar el brinco que, por obra y milagro de la era de la comunicación, les podía suponer a aquellos que, con mucho esfuerzo, se tenían que ganar la vida, día a día, cuando, de pronto, les empezaron a llegar las imágenes de lugares donde la gente no se tenía que preocupar por la comida de cada día, se movían en coches estupendos y vivían en casas maravillosas…

A todo esto y, tal vez, gracias al desdén y desapego que, a veces, desplegaba la BBC en su canal internacional en lo referente a las noticias relacionadas con España… imaginemos al por entonces, nuestro presidente del Gobierno, seguramente de forma involuntaria, enviando señales y mensajes del tipo “papeles para todos” desde las televisiones por satélite repartidas por todo el continente africano, incluidos sus lugares más recónditos…

Ni que decir tiene que, por aquella época, la popularidad de nuestro presidente del Gobierno recorría desiertos, selvas, sabanas y montañas… No había obstáculo que le detuviera… Allá donde hubiese un televisor encendido, allí estaba él creando ilusión, y alentando las aspiraciones y los sueños de aquellos que se ganaban la vida pastoreando su escasísimo ganado en la sabana, que trabajaban de sol a sol para intentar sacarle a la tierra un mínimo de productividad, o que, simplemente, malvivían explotados o sometidos al régimen tiránico de algún señor de la guerra…

La posibilidad de cambiar todo aquello por grandes centros comerciales y los hipermercados donde se podía comprar de todo… unido a lo de poder hacer realidad la aspiración mágica de “casa, coche y móvil”, hizo que muchos se arriesgasen a perder la vida persiguiendo una quimera que les sembró la inquietud y que prendió en su espíritu viendo la televisión…

Hay veces en las que los dirigentes políticos, quizás de forma poco meditada, dicen y hacen cosas dirigidas principalmente al consumo interno de su parroquia, y de aquellos a los que quiere acercar a su causa, sin valorar ni tener en cuenta que el mundo está globalizado y que, cualquier mensaje equívoco o manifiestamente erróneo, puede dañar la imagen de un país o desencadenar crisis de consecuencias inesperadas…

¿Cómo evitarlo? Para empezar, desplegando tres importantes cualidades que deberían de adornar a cualquier dirigente político… A saber: prudencia, inteligencia y responsabilidad.

                                                                                                            Ángel Alonso


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