El mundo es un lugar cada vez
más pequeño en el que resulta muy difícil mantenerse aislados.
Mientras que una gran parte
del planeta vive pendiente de las fluctuaciones de las bolsas y de la
inestabilidad económica, todavía quedan grupos humanos no contactados que
posiblemente estén viviendo, día a día, el principio de su final…
Desgraciadamente, la
insaciabilidad de unos pocos que viven muy lejos de la cuenca del Amazonas y
que dirigen los destinos de muchos, están acabando con el mayor pulmón del
mundo y, al hacerlo, su voracidad está sellando el destino de personas a las
que no conocemos, porque llevan viviendo en lo más recóndito de la selva desde
hace miles de años y que, si nadie lo remedia, acabarán muriendo por el contagio
de una gripe, una enfermedad venérea, cualquier otra infección o, simplemente,
acaben explotados y asesinados por el trato cruel de la peor representación del
ser humano.
Muy pocos alzarán la voz y no
muchos les escucharán… Sin la selva todo cambiará… Los indígenas morirán y sus
culturas desaparecerán para siempre… Muchas culturas y la sabiduría ancestral
cultivada a través de los siglos en el interior de la espesura, verán
prematuramente el final de los días y con ellas, ¿quién sabe cuántos conocimientos
y remedios caerán en el pozo de la extinción sin haber tenido la oportunidad de
ser transmitidos?
Como el título de aquella
maravillosa película protagonizada por Sean Connery, ¿es posible que estemos
ante los
últimos días del Edén? No sé si aún estamos a tiempo de invertir la
disminución de la Amazonía y, con ello, retrasar el contacto con los indígenas
que habitan en sus rincones más remotos, para evitar su desaparición. Pero ya
que empezamos a estar concienciados de la degradación del medio ambiente y del
peligro de extinción de muchas especies de animales y plantas, es posible que
aún nos falte sensibilizarnos con la desaparición de muchos grupos de seres
humanos… ¡Quizás aún podamos hacer algo!
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