domingo, 27 de octubre de 2013

Gorilas en la guerra

Entre los años 60 y 80 la bióloga estadounidense Dian Fossey vivió en África, estudiando a los grandes simios, popularizando a los gorilas de las montañas Virunga a través de sus trabajos publicados en las páginas de National Geographic.



Por aquel entonces los gorilas de montaña ya eran escasos y, los pocos que quedaban, corrían el riesgo de ser asesinados para ser vendidos como trofeos y acabar decorando el despacho de algún adinerado empresario.

Fossey acabó asesinada por denunciar y tratar de parar la matanza de un hermoso y complejo animal, del que tan sólo nos separa algo menos de un dos por ciento en nuestros respectivos códigos genéticos. Las montañas Virunga, forman unidad geológica con el Macizo del Ruwenzori, también conocido como las Montañas de la Luna, un entorno de origen volcánico que se eleva por encima de los cinco mil metros y se sitúa a ambos lados de la línea del Ecuador, en plena zona húmeda tropical en donde el quince por ciento de su vegetación es endémica.

En esa región invadida por la niebla, en donde se reúne la mayor concentración de vertebrados distintos de África, vive la mayor parte de los setecientos gorilas de montaña que quedan de esta especie en el mundo. El lugar es hermoso, exuberante, a menudo inaccesible… En definitiva, un lugar en el que la especie podría recuperarse sin excesivas complicaciones, si no fuera por un importante detalle: su hábitat es un territorio fronterizo que se reparte entre Uganda, Ruanda y la República Democrática del Congo. Una zona señalada en el mapa como conflictiva por los límites fronterizos y, sobre todo, por las tensiones tribales entre hutus y tutsis, que tantos muertos han provocado.

Pues bien, cuando no son los furtivos, son los desplazados, los rebeldes o las tropas gubernamentales, el caso es que, desgraciadamente, los animales de la zona y en especial los gorilas de montaña, sobreviven en permanente peligro de extinción. Tan sólo los pocos guardas del Parque Nacional Virunga, que no han huido y que se han refugiado en el bosque, resisten heroicamente tratando de proteger la vida de los animales pagando, en ocasiones, con la suya.

Desde hace varios años la situación viene siendo insostenible y se hace necesario que los conflictos bélicos y el furtivismo desaparezcan definitivamente del corazón este gran refugio mundial de vida salvaje y que tanto hombres, como gorilas, dejen de morir.
                                                                                                     Ángel Alonso

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