Aunque parezca mentira, hubo un
tiempo en que no existían los videojuegos, ni había internet y ni tan siquiera
en las casas se disponía de ordenadores domésticos. Por aquellos tiempos, con
un poco de suerte, tan sólo se podían ver dos canales de televisión a
determinadas horas del día y se esperaba con ilusión la llegada del circo a la
ciudad.
Eran tiempos en los que los niños soñábamos con ser bomberos, policías,
toreros o valientes soldados… Y las niñas… De las niñas sinceramente no me
acuerdo.
En esa época jugábamos al fútbol
por las calles y, de vez en cuando, nos embarcábamos en alguna excitante
expedición hacia algún lugar remoto que, generalmente, no pasaba del barrio de
al lado. Puede que, sin esperarlo, más de una tarde la pasábamos inmersos en
alguna guerra india, bien como valientes soldados de caballería, expertos
rastreadores o aguerridos apaches. Incluso construíamos fantásticos castillos,
que defendíamos hasta el último hombre, y buscábamos bellas princesas que
hicieran de nosotros sus caballeros andantes.
Resultan inolvidables las
invasiones de marcianos que había que combatir con un variado arsenal de rayos
láser y que, casi siempre, se resolvían con el cuerpo a cuerpo. Y también
recuerdo las batallas de comandos en las que se producían tantas bajas que
había que movilizar a todas las niñas del barrio para que se alistasen en el
cuerpo de enfermeras.
A veces me pregunto, ¿qué será de
aquellos camaradas con los que formábamos la mejor de las tripulaciones para
navegar por los mares más embravecidos o viajar hacia las estrellas?… ¿Dónde
estarán aquellos valientes exploradores con los que nunca hubiese dudado en
internarme en la selva más profunda, alcanzar el Polo Sur o viajar a los
lugares más remotos en busca de fantásticos tesoros?...
Posiblemente nunca volveré a ver
a la mayoría de mis amigos de la infancia, ni tampoco sabré si alguno consiguió
cumplir alguno de nuestros sueños de grupo. Sólo sé que recuerdo con especial
cariño aquella infancia en la que, sin tener apenas nada, nos sentíamos
inmensamente ricos. Ángel Alonso
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