Las cosas no van bien… nada bien… pero ¿qué quieren que les diga? Es Navidad.
Por muy turbio que esté el ambiente socio político y muy nublado que se nos presente el horizonte económico, al menos por unos días, saquemos de nuestras mentes a los impresentables que todos sabemos, relacionémonos con los demás con humanidad y buen talante, y, sin volvernos locos, démonos un respiro y algún que otro capricho.
Si la cosa económica no nos va muy bien, en Nochebuena, en lugar de langostinos, cenemos pollo… Si en lugar de estar rodeados de aquellos a los que queremos, estamos solos, pongamos la radio o la televisión y celebremos que estamos sanos… Si, lamentablemente, tenemos problemas de salud, brindemos con lo que podamos por estar vivos y que ésta vuelva cuanto antes…
Aunque sólo sea por un momento, siempre es bueno pensar que, por muy mal que estemos, siempre hay personas que están mucho peor que nosotros y tiran para adelante, por lo que, si ellos lo hacen, tenemos la obligación de hacerlo también. Es Navidad y, en la medida que podamos, necesitamos darnos una tregua y, al menos por unos días, intentar ser ingenuamente felices disfrutando de lo que la vida nos ha dado y, siempre, con la esperanza de que las cosas mejoren.
Sinceramente esperaba mucho más del año que pronto se acabará y, seamos realistas, el 2024, pinta muy mal. Transitamos perplejos por la época más oscura de nuestra historia reciente, superados por un escenario inquietante en el que la verdad, hace ya tiempo, fue la primera víctima… No sabemos qué va a pasar, ni qué más esfuerzos tendremos que hacer, pero lo que sí es seguro que la Navidad del 2023 llegará y ya nunca más volverá.
Por eso pasémoslo lo mejor que podamos, disfrutemos de aquellos que nos acompañan en esta apasionante aventura que es la vida, echemos de menos a aquellos que ya se han ido y, recordándoles a ellos, procuremos ser mejores personas, tomando conciencia de que algún día nosotros también nos iremos y que, entonces, lo más importante será el recuerdo que dejemos en los demás.
Si en la víspera del 24 de diciembre de 1914, cuando apenas habían transcurrido unos meses desde que comenzara la Primera Guerra Mundial, ocurrió un episodio maravilloso y posiblemente uno de los más extraños de la Historia de la Humanidad, cuando desde las trincheras un grupo de soldados alemanes comenzó a cantar el célebre villancico “Noche de Paz” que, al poco, desde el otro lado, soldados británicos se sumaron, respondiendo del mismo modo, dando paso a la conocida como la Tregua de Navidad de la Primera Guerra Mundial… hagamos lo mismo, empapémonos del Espíritu Navideño… dejemos que el Niño Dios vuelva a obrar su milagro e intentemos disfrutar de nuestra particular tregua navideña y, cuando lleguen las uvas, cargados de esperanza, brindemos por el resto de nuestra vida.
¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! Ángel Alonso
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