sábado, 6 de septiembre de 2014

El mar de los españoles

Recuerdo el momento cuando, hace ya más de dieciséis años, contemplé por primera vez el Océano Pacífico. Fue un momento sublime, maravilloso… El sol de California aportaba su toque especial a la imagen, vistiendo el cielo y las aguas de un azul intenso.


Como habíamos llegado el día anterior, ya bien entrada la noche, ese día me levanté muy temprano y me he encaminé hacia la línea de costa para vivir la experiencia antes de que aquello se pudiera llenar de gente.

Resulta sorprendente, pero en aquel momento me invadió una sensación de familiaridad y en aquel lugar, tan lejos de casa, no me sentía un extraño. Quizás fuera porque allí, al sur de California, todo el mundo habla español. O quizás fuera porque la forma de ser y las costumbres de las gentes de esa parte del mundo no son tan diferentes de las nuestras.

Eran muchos los datos que, en ese momento, se agolpan en mi cabeza… Hubo un tiempo en el que este océano, quizás el menos pacífico de todos, fue conocido como el mar de los españoles porque tan sólo los barcos de España lo navegaban de costa a costa. Nombres de ilustres navegantes quedaron unidos para siempre al de este gran azul, al que otro ilustre, Núñez de Balboa, descubriera y le pusiera el nombre de Mar del Sur, y al que Magallanes rebautizó con la primera sensación que le transmitió, la paz, la quietud, la tranquilidad… Se encontró con el mayor océano del planeta en un día en el que, por lo visto, no soplaba ni una ligera brisa y por eso lo registró para la historia como Océano Pacífico.

Aquella expedición de Fernando de Magallanes, cuyo objetivo era el de circunnavegar por primera vez el planeta, se adentró a finales de 1520 en un universo desconocido. Una vez que Magallanes hubo muerto en la batalla de Mactan, en las Marianas, sería Juan Sebastián Elcano el que completaría la primera vuelta al mundo de la historia, dando comienzo a una época dorada de la exploración marítima, en la que numerosos archipiélagos e islas del Océano Pacífico fueron descubiertos y bautizados con nombres españoles.

Recuerdo como en una pequeña playa cercana, con algunas rocas, un nutrido grupo de focas reposan sus cuerpos al calor del sol de la mañana… Tan sólo los ejemplares más jóvenes mantienen alguna actividad. Entran y salen del agua, retozan en la arena, perturban el descanso de los adultos y vuelven a entrar al agua… Aquel día el mar de los españoles también era un océano pacífico.

                                                                                                          Ángel Alonso

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